Desde hace ya bastantes años las tecnologías de la información y la comunicación, eso que a veces llamamos las TIC, forman parte de nuestra rutina. Avances esenciales en nuestra sociedad como los smartphones, las tablets y otros artilugios similares han contribuido de manera fundamental a esa integración rutinaria de las nuevas tecnologías. Eso sí, a nadie se le escapa que un Smartphone dejaría de ser tan smart y volvería a ser más phone sin el invento del siglo: Internet.
En definitiva, la mezcla de nuevos aparatos con esa gran idea de Internet ha facilitado el cambio de muchos de nuestros hábitos diarios. De entrada, a veces nos es mucho más cómodo hacer la compra mensual a través de la web del súper o reservar una noche de hotel sin tener que esperar a que la línea telefónica esté libre. Y ahora que tenemos aplicaciones en el móvil para casi todo, ese casi todo nos es mucho más sencillo de hacer.
Y claro, una de las actividades preferidas de humanos (y no humanos) no podría escapar a la seducción de Internet y sus oportunidades. Así nació lo que ya todos conocemos como cibersexo, eso que grandes personalidades como Cooper y Griffin-Shelley definieron ya en el año 2002 como el uso de Internet con objetivos de gratificación sexual. Me refiero a eso que unos utilizan para lograr el placer sexual en solitario al no tener pareja o eso que otros prefieren a la hora mantener relaciones sexuales, eso sí, en la distancia (y con un plasma de por medio…). Por supuesto, hay quien hace uso del cibersexo para mantener algún contacto con su amor romántico en la distancia. Como se puede ver, podemos encontrar tantos usos y motivos por los que utilizarlo como usuarios encontremos.
Uno de los aspectos que acompaña en muchas ocasiones al cibersexo es el anonimato. El ciberespacio nos acepta aquellas preferencias que quizá nuestra realidad no nos permitiría o aquellas otras que simplemente no nos atrevemos a experimentar. El anonimato casual de muchos de los encuentros sexuales online nos da una sensación de control y seguridad en ocasiones desconocidas fuera del mundo virtual.
Pero este uso del cibersexo no está libre de posibles consecuencias que no son tan agradables. Los profesionales nos alertan de que dedicar excesivo tiempo a este tipo de actividad puede desencadenar una pérdida de interés por las relaciones sociales y sexuales “físicas” (cara a cara o piel a piel) o sensación de aislamiento y soledad.
Al final, lo importante es que no perdamos el control de lo que hacemos, de nuestros impulsos. En definitiva, quizás debemos encontrar el equilibrio entre el piel a piel y el plasma a plasma puesto que ir de compras por Internet no es incompatible con ir con tu pareja y que te diga lo bien que te sientan esos vaqueros.